En relación a la decisión ¿Reducir las iluminaciones decorativas de calle en épocas festivas? esta es una opinión de Sílvia Martín
- Sílvia Martín
- Consultora medioambiental
Esta es mi opinión de experto
Más allá del coste económico que representa la iluminación navideña, es posible y necesario reducir su impacto ambiental.
Según Ecologistas en Acción, la iluminación navideña en el Estado Español consume 30 millones de kWh, lo que supone unos 15 millones de quilos de CO2 (un gas de efecto invernadero) emitidas a la atmósfera.
El 70% de las fuentes que originan la electricidad que alimenta el alumbrado navideño tiene efectos especialmente negativos para el medio ambiente. Teniendo en cuenta el repartimiento de las fuentes de consumo eléctrico en el Estado Español, la iluminación navideña se cubre aproximadamente en un 50% por centrales térmicas, que emiten CO2 y favorecen el cambio climático, y en un 20%, por centrales nucleares, con la consecuente producción de residuos de vida radiactiva de millones de años. Además, una iluminación excesiva causa contaminación lumínica suficiente como para oscurecer las estrellas durante la temporada de Navidad. Este impacto es más acusado en entornos rurales, acostumbrados a una mejor calidad del cielo nocturno.
No hay que menoscabar el papel de la iluminación navideña en la activación del comercio local, más importante aún en épocas de crisis como la actual. El paisaje urbano cambia y se hace agradable a los ojos de un buen número de ciudadanos. La vinculación con la tradición a través de la luz subraya lo festivo de éstas fechas. Sin embargo, una iluminación excesivamente duradera puede llegar a desvirtuar los motivos de festividad, tradición y percepción del paisaje por los que se instaló, y llegar a relacionarse únicamente con un determinado modelo de consumo. En los últimos años, notamos cómo se avanza la fecha en que se ilumina la ciudad. Ahora, las navidades empiezan a mediados de noviembre.
Sólo con medidas de racionalidad en la duración de la iluminación ya se podría conseguir una importante reducción del impacto. Según el IV Estudio de ADECES (Asociación pro Derechos Civiles, Económicos y Sociales) sobre el alumbrado navideño 2011-2012 basado en diversas ciudades del Estado Español, el año pasado se encendieron las luces de Navidad durante un promedio de 34,11 días. Un total de 194 horas, con un consumo de 0,22 kWh por habitante.
Reduciendo a 17 días la iluminación navideña (más o menos, de Navidad a Reyes), se podrían bajar a más de la mitad las emisiones de CO2 (7,3 millones de quilos). Otra medida es reducir el horario de encendido, que el año pasado estuvo en un promedio de alrededor de 6 horas al día, o escoger los lugares de iluminación para que no sólo refuercen el comercio local sino que también favorezcan la vinculación con la tradición festiva.
La substitución de las bombillas incandescentes por LED requiere de una inversión económica inicial importante y se generan residuos de las bombillas usadas que, aún funcionando, son substituidas. Pero tiene significativas ventajas a nivel ambiental (y económico) a largo plazo, ya que los LED pueden llegar a consumir hasta 10 veces menos y durar hasta 10 veces más.
El crítico momento económico actual puede ser una oportunidad para explorar vías creativas de austeridad en el consumo, como la de la población de Sils, en la provincia de Girona, que este año ha substituido los ornamentos tradicionales por decoración hecha en los centros educativos del pueblo mediante material facilitado por el propio ayuntamiento. Y además, sus habitantes pueden seguir viendo las estrellas.