En relación a la decisión ¿Cuestionar el estado de las cosas en tiempos de crisis? esta es una opinión de José Lázaro
- José Lázaro
- Profesor de Humanidades Médicas, UAM. Escritor.
Esta es mi opinión de experto
Sí, hay que cuestionarlo siempre todo, en tiempos de crisis o de tranquilidad, aunque sea a distinto ritmo.
La palabra “crisis” está quizá excesivamente desprestigiada, pues su significado estricto es el de un cambio brusco y profundo de algo, que puede evolucionar en sentido favorable o desfavorable. En el uso cotidiano, las connotaciones negativas han invadido por completo el término. Este fenómeno de que las palabras se impregnen de matices y valoraciones afectivas es tan continuo y necesario como llamativo. A todo el mundo le gusta que le consideren “el primero”, “primoroso” o “principal”, pero a nadie le agrada que le llaman “primario” o “primitivo”, cuando todos esos términos son derivados del "primus" latino (elemento de una serie situado antes de todos los demás).
Cada una de esas variantes ha evolucionado a lo largo de los siglos en un sentido o en otro, como consecuencia de múltiples factores (muchos de ellos azarosos) y cada una podría haber llegado a la actualidad con el significado que fue a parar a otra. Los estados de crisis se diferencian, por tanto, de los de estabilidad, en que las cosas ocurren mucho más deprisa. Pero el que haya que cuestionarlas o no, es independiente del ritmo al que suceden: ante un incendio hay que tomar decisiones rápidas y ante una criatura de apariencia fascinante conviene tomarse un tiempo de reflexión antes de proponerle matrimonio.
Pero sea mucho o sea poco el tiempo que conviene dedicar al análisis antes de decidir, el hecho es que siempre es conveniente cuestionarlo todo: las cosas que van mal para intentar cambiarlas y las que van bien para procurar que vayan aún mejor. No hay costumbre más sana que la reflexión crítica sobre todo lo que tenemos en el exterior; y mucho más todavía (aunque resulte doloroso) sobre lo que tenemos en nuestro propio interior: sobre cada uno de nosotros mismos, con nuestro orgullo, nuestros amores y nuestros deseos. Cuestionar y cuestionarnos todo, sin excepción, para reafirmar lo positivo y eliminar lo negativo, debería ser para un ser humano adulto tan natural como respirar. La alternativa es la inercia perezosa que nos invita a no tocar lo supuestamente intocable, para que los beneficiarios de nuestra desidia puedan seguir manejándonos a su antojo.