Cada quien tiene su identidad personal expresada en sus rasgos, su modo de ser, su estilo de vestir, su forma de hablar... Las raíces culturales que nos acompañan durante toda nuestra vida proceden del lugar en el que nacimos y nos criamos.
Lo normal es que la cultura de origen influya más en nuestra identidad que la que vivimos en el presente. A veces, ambas están en contradicción y se plantea la posibilidad de cambiar o rechazar algunos de sus rasgos.
Uno no siempre se siente a gusto con todo lo que ha heredado de la cultura de sus padres. Si la familia ha emigrado, la cultura del país donde vivimos puede parecernos más atractiva y nos sentimos más identificados con ella, pero al mismo tiempo las costumbres y estilo de la familia también nos dan un sentido de pertenencia, nos dicen quiénes somos. Es como si uno se sintiera entre dos mundos y no supiera a cuál pertenece realmente. Las identidades son muy complejas y cambiantes: ¿hasta qué punto podemos cambiar rasgos de ellas sin quedar en una confusión interior?
-
No es fácil tomar conciencia sobre un cierto malestar que se vive respecto a la propia identidad, de dónde viene y cómo podemos salir de él. Cuando nos damos cuenta de que algo nos incomoda en nuestra identidad cultural, Tal vez se teme ofender a la familia si nos distanciamos de sus costumbres y estilo de vida.
-
Crearnos una forma u otra de identidad implica una forma de entendernos a nosotros mismos, a la familia, y la sociedad en la que vivimos. Nuestra forma de actuar será muy distinta.
-
Es interesante emprender una amplia reflexión sobre cómo nos identificamos y qué significa cada uno de sus rasgos y elementos, para sopesar luego qué cosas se pueden y podemos cambiar y qué rasgos no.
3 opiniones argumentadas
- Yoani Sánchez
- Bloguera de 'Generación Y'
- Alain Touraine
- Doctorado Honoris Causa por 7 universidades
- David Álvarez Martín
- Especialista en historia de las ideas políticas