
En la vida de la gente adulta llega un momento en que no es tanto con quién nos ha tocado estar, sino con quién queremos compartir nuestro tiempo y aficiones.
Una persona culta probablemente tenga una mayor variedad de intereses y conocimientos, una mente abierta o quizás sea más sensible hacia los problemas de los demás, pero puede que no sea fácil entrar en contacto con un grupo así, tengan gustos y opiniones extravagantes o nos terminen por resultar molestas sus inquietudes.
En castellano hay un refrán que dice “dime con quién andas y te diré quién eres”. Pero por otro lado, forzar las relaciones o amistades, porque esperamos obtener un beneficio de ello no suele, a la larga, dar buen resultado.