
La mayoría de las decisiones se toman velozmente, más por intuición y emotividad que por raciocinio. Lo normal es dedicarles más tiempo cuando implican consecuencias de por vida. Nuestras decisiones siempre tienen consecuencias.
Por eso es necesario estar mejor informados. Las emociones, intuiciones y deseos no son necesariamente un obstáculo para decidir bien, pero hay que equilibrarlos a base de conocimiento y reflexión.
5 opiniones argumentadas

-
Marta Prieto Asiron
- Consultora a directivos empresa 22 años

-
Victoria Camps Cervera
- Catedrática de Ética

-
William K. Clifford
- Filosofo y Matemático