Cuando nos vamos haciendo mayores y ya no somos niños pequeños, empezamos a ver y oír cosas de nuestros padres que no nos gustan o con las que no estamos de acuerdo. Es normal plantearnos si debemos plantarles cara o no. Ya no somos niños.
Ya no nos convencen los argumentos de "porque sí" y "porque lo digo yo" que nos dan nuestros padres. Ahora queremos explicaciones y, además, en muchas cosas no estamos de acuerdo con ellos.
Pero cada vez que intentamos decirle a nuestros padres lo que pensamos o que les rebatimos una idea o un argumento, se enfadan, se ofenden o parece que no les sienta muy bien.
Algunos expertos consideran que es normal que en la medida que avanzamos en edad, vayamos tomando distancia de los puntos de vista de nuestros padres. Para otros, es importante que la autonomía progresiva no implique perder de vista la autoridad y el respeto hacia los progenitores.
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El miedo a que mis padres se enfaden conmigo, el miedo a empezar una discusión.
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Poder oponerte a tus padres te ayudará a definirte como persona y les demostrará que estás madurando. Si decides no oponerte evitarás muchos momentos de tensión familiar.