En relación a la decisión ¿Participar en acciones públicas de reivindicación social? esta es una opinión de José Luis González Quirós
- José Luis González Quirós
- Filósofo y analista político
Esta es mi opinión de experto
En realidad no creo que quepa defender un No absoluto, pero mi posición es la de un No general, porque creo que este tipo de demostraciones pertenecen a un modo de acción social que indica una cierta violencia, aunque sea simbólica, y estoy en contra de ellas, aunque en ocasiones puedan ser lógicas.
Depende mucho de lo que se entienda por acciones públicas de reivindicación social, y eso depende, a su vez, de manera muy intensa de circunstancias que no es fácil generalizar u homologar, que en cada caso pueden ser muy distintas.
Para empezar creo que hay que rechazar todas las manifestaciones públicas que se cursan con violencia, porque hay que desterrar la violencia de la vida civil y es muy difícil hacerlo si se coquetea con acciones que tienen un carácter claramente intimidatorio. No se sale a la calle a protestar con ánimo de informar, de hacer saber, o de debatir, sino con ánimo de intimidar, como anunciando lo que pueda venir luego si no se hace lo que pretenden que se haga quienes invaden la vía pública de modo inhabitual.
Aunque los derechos de reunión y de manifestación estén reconocidos, creo que están reconocidos no porque sean derechos defendibles de manera directa sino porque son formas de conducta cuya evitación puede causar males mayores, porque representan una especie de válvula de seguridad frente a ciertos tipos de conflictos, pero, en general, una sociedad será tanto más madura y ordenada, es decir, justa y libre, cuantas menos veces tenga que recurrir a este tipo de movilizaciones. Cualquier actuación pública invade el derecho de muchas personas a contar con la ciudad en la manera habitual, molesta a personas que nada tienen que ver con el conflicto que pretende ponerse de manifiesto, y es dudoso que tenga alguna eficacia más allá de mantener en un cierto nivel de funcionamiento las organizaciones que se encargan de organizarlas.
No se me escapa que puede haber ocasiones en que esté justificado el salir a la calle a poner de manifiesto algo, pero, en general, creo que debieran ser evitadas, o reducidas al mínimo, este tipo de actuaciones, por las razones que ya he aducido. Nunca una manifestación ha arreglado nada, y muy frecuentemente han conseguido efectos contrarios a los supuestamente perseguidos. Manifestarse es una forma muy primitiva de actuar, es confiarse al número, a la masa, a la fuerza incontrolable de la muchedumbre, y toda buena cultura política debiera proceder estrictamente en sentido contrario, potenciando no la fuerza sino las razones, no la unanimidad, sino la diversidad, no el enfrentamiento sino el diálogo, no la discusión con los puños en alto sino la deliberación. Sé de sobra que casi nunca se dan esas condiciones ideales, y que hay causas sobremanera importantes como para hacer excepciones a la regla que propongo, pero aconsejo que se tenga en cuenta siempre que se pueda, porque estimo que es una forma de simpleza intelectual y de primitivismo político creer que el mero hecho de juntarse las multitudes pueda servir para resolver nada. Creo que las manifestaciones multitudinarias que suelen gustar a ciertas organizaciones políticas y de otro tipo suelen ser formas de manifestar escaso aprecio por la democracia y por los procedimientos formales. Para empezar, nunca debiéramos olvidar que, aún en el mejor de los casos, siempre son más los que no acuden a una determinada manifestación, y tienen razones para no hacerlo, que los que sí acuden, por multitudinaria que sea, de manera que eso debiera llevarnos a poner en tela de juicio la identificación que suele hacerse entre determinadas causas y el número de personas que se manifiestan en su favor, además de que sea enormemente habitual exagerar el número de los asistentes a este tipo de actos públicos. No me gustan ni cuando los organizan los partidos, ni las organizaciones religiosas, ni los sindicatos, ni las asociaciones, ni nadie. Creo que tienen derecho a hacerlo, pero creo que se suele respetar bastante poco el derecho a discrepar y a no asistir que tenemos todos los demás, aunque estemos de acuerdo, incluso, con los que han convocado el acto multitudinario. Francamente, no creo que perdiéramos nada si nos propusiésemos no participar en estos actos. Creo, además, que hoy en día hay formas más eficaces de presionar.