En relación a la decisión ¿Dar material informático usado a países en vías de desarrollo? esta es una opinión de Blanca Callén
- Blanca Callén
- Doctora en Psicología Social
Esta es mi opinión de experto
Si realmente se diera material informático que pudiera seguir funcionando, sería un buen recurso de reciclaje. El problema está en que muchas de las que se dicen "donaciones tecnológicas", no lo son, y encubren más bien el envío "de basura electrónica" a países en vías de desarrollo.
Podría estar de acuerdo en enviar o donar material, siempre y cuando dicho material usado siguiera funcionando y fuera útil para la gente. Sin embargo, muchas veces este material informático usado es, más bien, basura electrónica (camuflada de material de 2ª mano), lo que perjudica más que beneficia a quienes lo reciben.
El problema de la basura electrónica es una cuestión situada a medio camino entre el campo de la tecnología, la política y la ecología y representa lo que sería el reverso de la llamada Sociedad de la Información y el Conocimiento. El acceso a las comunicaciones electrónicas y la disponibilidad perenne de información actualizada ha transformado nuestras vidas y hábitos sociales de manera positiva. Sin embargo, estos cambios también han ido asociados a un problema medioambiental que implica a gobiernos, industria y ciudadanía.
Parte del problema se debe a las condiciones socio-técnicas que promueven patrones insostenibles en el ciclo de consumo de la tecnología (Shove et al. 2007a; Watson & Shove, 2008). La necesidad constante de actualizar el software y reemplazar los equipos crea “una ilusión de eterno progreso que conduce a una imparable e innegable cadena de uso-basura-reemplazo” (obsoletos.org).
Como Fascendi (2009) afirma en sus comunicaciones sobre el reciclaje de ordenadores, “la industria electrónica hace un esfuerzo por crear la ilusión de obsolescencia, por convencer a la gente de que necesitan cambiar sus ordenadores, teléfonos, cámaras y otros equipos en periodos de tiempo cada vez más cortos”. Pero además, es al pequeño consumidor a quien urge más advertirle y animarle en la recolección de basura (UNU, 2008) dado que los gobiernos, las corporaciones y otras grandes organizaciones son las que tienen más fácil acceso a los canales formales de reciclaje de basura electrónica.
Por otra parte, a pesar de los intentos legales por regular el uso y manipulación de materiales tóxicos en la fabricación (Directiva 2002/95) y reciclaje (Directiva 2002/96, Real Decreto 208/2005) de residuos electrónicos, así como por controlar el transporte de los mismos (Convención de Basilea), existen grietas jurídicas que permiten continuar con este tipo de prácticas de alto riesgo para la salud de trabajadores y recicladores informales en países en desarrollo.
Las maquilas de Silicon Valley donde trabajan mujeres latinoamericanas, las fábricas en China pobladas de trabajadores en penosas condiciones de trabajo, o los grupos de recicladores informales dedicados a recuperar los materiales y componentes valiosos de nuestras basuras (exportadas como material de 2ª mano) sin ningún tipo de protección ni medidas sanitarias, nos llevan a la conclusión de que la floreciente industria electrónica sólo es posible recurriendo a prácticas coloniales como las que apuntamos aquí.
Y no hablamos de post-colonialismo, sino de colonialismo porque no nos referimos a un ejercicio discursivo que construye al otro en una posición de subalternidad, sino que se tratan de prácticas (muy) materiales y tangibles que, sin necesidad de ocupar su territorio, tienen efectos destructivos sobre sus recursos naturales, sobre su terreno y sobre su salud y su cuerpo....
En este mapa de la basura electrónica, ¿quién aparece como agente y quién no? ¿quiénes son ciudadanos? ¿A quién estamos dejando fuera? ¿Es posible y sostenible una red de reciclaje informal? ¿Qué hace falta?...¿Qué estrategias de empoderamiento están poniendo en marcha?