En relación a la decisión ¿Anteponer el perdón a la justicia? esta es una opinión de José Lázaro

No
Imagen de José Lázaro
0 votos

Esta es mi opinión de experto

No, anteponer el perdón a la justicia sería un caso flagrante de incitación a la injusticia. De hecho, ni siquiera está demostrado que sea aconsejable el perdón tras la justicia.

En la bibliografía académica sobre el asunto suelen encontrarse dos posturas que, muy apretadamente resumidas, pueden esquematizarse así:
Según los partidarios del perdón (que cuentan con numerosas simpatías y apoyos) su efecto es terapéutico para el que lo demanda y el que lo otorga, devuelve el carácter humano a quien antes era una bestia execrable, restaura los lazos destruidos en la comunidad rota por la violencia fratricida. La nobleza esencial del perdón beneficiaría psíquicamente a ambas partes al restaurar entre ellas un lazo humano que sustituye al rencor existente entre dos seres que no se reconocían como personas sino que se consideraban mutuamente como extraños hostiles, como miembros de otra especie animal amenazante. Quien se negara a perdonar (según esta teoría) se condenaría a permanecer en un infierno de odio y resentimiento, se encerraría a sí mismo (con su agresor) en un laberinto de reminiscencias amargas que los ataría a ambos al pasado que los tortura y les llevaría, tarde o temprano, a repetirlo, siguiendo el ciclo de agresiones y venganzas. La rumiación obsesiva de la tragedia pasada supondría entregar a ella el presente y el futuro. Por el contrario, el perdón les liberaría a ambos del lastre que los hunde en el dolor, les permitiría cicatrizar las heridas, cerrar el pasado, limpiar el presente y liberar el futuro.
Frente a estas apologías del perdón se alza otra tesis, que despierta muchas menos simpatías, pero que no puede ser ignorada. No ve el perdón como un acto terapéutico de reconciliación, armonía y generosidad, sino como algo éticamente condenable, injusto para la víctima, amargo para el que perdona e irresponsable por dejar impune la brutalidad. Si tan beneficioso y terapéutico fuese para las víctimas perdonar —argumentan algunos—, ¿qué tendría de altruista y virtuoso? Si la sociedad civilizada tiene que ser equitativa, ¿puede dejar la culpa impune y retribuir el mal con bien? Si a la madre de la adolescente violada y asesinada por el Rafita de turno la presionamos para que le perdone, ¿no estaremos realizando un acto psicológicamente erróneo y éticamente indigno, impidiéndole que exprese y elabore la rabia espontánea que siente de forma legítima, obligándola a acatar el desprecio del agresor hacia la víctima y reafirmando la barbarie que el crimen supuso? Desde esta perspectiva, el perdón se revela, en determinadas ocasiones al menos, como una humillación póstuma y una ofensa adicional a la memoria de las víctimas. (Nietzsche ya dio argumentos muy potentes para sospechar que el prestigio del perdón quizá sea una de las herencias envenenadas que nos legó el cristianismo).
La deliberación prudente y serena entre los argumentos a favor y en contra del perdón es una asignatura pendiente. Mientras no sea estudiada a fondo, es muy peligroso adoptar posturas tajantes sobre tan vidrioso asunto. Y para empezar a entenderlo es necesario un profundo análisis de las oscuras vivencias de humillación que se ocultan tras cada una de las etapas de la agresión, la justicia, el arrepentimiento y el perdón.
Hay pocas dudas de que una auténtica demanda de perdón puede ser un gran paso en la buena dirección. Pero un perdón jesuíticamente solicitado y reticentemente concedido (con presiones externas) puede cerrar en falso las heridas y contribuir a infectarlas. Por eso no es insensato responder con dudas a afirmaciones demasiado rotundas. Y por eso no es raro que muchas víctimas rechacen (abierta o íntimamente) pseudodemandas de perdón y prefieran la frustrante justicia, la imposible venganza o el improbable olvido.

×

Para poder participar debes ser usuario de Dontknow

Cargando...
×