En relación a la decisión ¿Expresar tradiciones religiosas en el espacio público? esta es una opinión de Francesc Torralba
- Francesc Torralba
- Filósofo y Teólogo
Esta es mi opinión de experto
En sociedades en las que prevalece la libertad de conciencia, expresión y asociación, la religión no puede quedar encerrada en el estricto ámbito privado. Es necesario un laicismo receptivo: que el Estado sea laico no quiere decir que sea indiferente a las religiones.
La laicidad es un elemento fundamental de toda democracia liberal compuesta por ciudadanos que profesan ideas distintas del mundo y del bien. Evoca la idea de distancia y neutralidad entre el Estado y las religiones.
También algunos parten de la idea de que la vida espiritual y/o religiosa tiene que expresarse en los límites de la vida privada, sin que transgreda el espacio público. Como dice Charles Taylor, en las sociedades en las que prevalecen las libertades de conciencia, expresión y asociación, la religión no puede simplemente contenerse dentro de los límites estrictos del hogar y los centros de culto.
Creo sinceramente que los ciudadanos tienen que ser libres cuando muestren su adscripción religiosa o espiritual, tanto en la esfera privada como en la esfera pública entendida en un sentido amplio.
Según Charles Taylor, el respeto a la igualdad de todos los individuos y la protección de la libertad de conciencia y de culto son los dos grandes hitos actuales de la laicidad. El problema está en cómo afrontar las convicciones profundas ya sea de orden religioso o secular.
Las convicciones profundas de los ciudadanos pueden ser obstáculos para el desarrollo de la democracia liberal, pero también pueden ser su catalizador y principal impulsor. Las decisiones más relevantes de nuestra vida las tomamos teniendo en cuenta estas convicciones y compromisos.
Es evidente que un Estado liberal y democrático no puede ser indiferente a determinados principios fundamentales como la dignidad de la persona, los derechos humanos o la soberanía popular. Son valores constitutivos de los regímenes democráticos y liberales. En este sentido, el Estado tiene que profesar una neutralidad hacia las religiones, pero no es neutro, ni debe serlo desde un punto de vista axiológico.
La máxima organización del tiempo social no es neutra. Las fiestas tienen, en muchas ocasiones, una genealogía religiosa que, en nuestro ámbito cultural, es fruto de la presencia milenaria del cristianismo católico. Creo que debemos respetar el peso de la historia de un país por lo que se refiere a organizar sus fiestas, pero, subrayo, también hay que desarrollar prácticas de acomodación razonables, que permitan a los miembros de otras religiones descansar los días de sus fiestas religiosas más relevantes.
Estas medidas de acomodación permiten la continuidad histórica, pero, a la vez, corregir al mismo tiempo las discriminaciones indirectas.
Una laicidad receptiva reconoce también la importancia que para muchos ciudadanos tiene la dimensión espiritual de la existencia, y por tanto, la necesidad de proteger la libertad religiosa y de conciencia del ciudadano. Los ciudadanos tienen que poder expresar y manifestar públicamente sus convicciones religiosas en la medida en que esta expresión no vulnere ni atente contra los derechos y libertades de los demás. Esto no vale solamente para las creencias religiosas, también para cualquier convicción moral, espiritual o filosófica.
Estoy muy de acuerdo con este punto de vista,muy bien argumentado y muy bien formulado, creo que concebir la democracia así, con esta mayor amplitud de mira y mayor libertad de acción para todos, es ir mejorando la democracia, Gracias Francesc, Dolores Cabrera