En relación a la decisión ¿Reformar la Ley española del aborto? esta es una experiencia de de Marco Antonio

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  • Marco Antonio
  • Soy arquitecto y escritor. Dirijo grupos de autoayuda para padres
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Esta es mi opinión personal

Considero el aborto un método cruel, encubierto con el eufemismo de “interrupción del embarazo”. Es una actividad, que viene siendo legalizada cada vez en más países, la cual supone enormes ingresos para las empresas que se dedican a ello. Sus posibles clientes suelen ser mujeres embarazadas con dudas, pensando que la criatura que crece en su vientre es un error o accidente no deseado. No pretendo acusar, de ningún modo, a las mujeres que se ven en ese trance. Cada una sabe los motivos que la abocan a tomar tan ardua decisión y, de no infringirse la ley, nadie puede erigirse en juez. Pero, cualquier adulto tiene a su alcance las terribles imágenes de los distintos métodos abortivos, usualmente ocultas para quienes se plantean esa opción. Y si alguien desea conocer, objetivamente, las consecuencias anímicas que un aborto conlleva, podrá hallar multitud de testimonios femeninos que manifiestan públicamente su dolor y arrepentimiento. Algunas de ellas han llegado a convertirse en declaradas enemigas de un procedimiento retrógrado usado desde tiempos ancestrales.
Existen medios preventivos modernos y mucho menos cruentos, incluso más asequibles. Con esas alternativas, sorprende que la vía abortiva se anuncie como si fuese la primera opción y sea financiada por algunos estados con dinero proveniente, en gran parte, de ciudadanos que estamos en contra. Salta a la vista el desmedido interés por una solución más costosa, tras la cual se esconde la verdadera razón del negocio multimillonario que supone el aborto. Además de los pingües ingresos por la intervención clínica, se añade el artero aprovechamiento del despojo fetal, por industrias como las farmacéuticas o las cosméticas.
A fin de legalizar el aborto, se utilizan como argumento los casos de violación o los embarazos de alto riesgo para la vida de la gestante. Es sabido que el porcentaje de los mismos es muy reducido y, en cualquier caso, para solucionar problemas particulares, resulta a todas luces desproporcionado dictar leyes que permiten abortar de forma generalizada. Esas leyes suelen partir de supuestos limitadores bastante reglados, si bien, al cabo del tiempo, se acaban ampliando hasta el extremo.
La justificación que abre paso al aborto suele centrarse en la determinación del momento en el que el embrión pasa a considerarse feto. Pienso que es una vía muerta debido a que, sea cual sea la teoría o aseveración, puede ser rebatida de una u otra parte. La constatación del punto a partir del cual se es persona no es científica, sino filosófica, ya que la ciencia se basa en pruebas concretas y demostrables. ¿Quién o qué puede demostrar, con exactitud, cuándo se empieza a ser persona?
Y, por encima de toda cuestión sobre cuándo el embrión o el feto se convierten en persona de derecho, deberíamos concluir algo incontrovertible tanto por la ciencia como por la filosofía. Me refiero a que, para llegar al posible bebé, primero debe unirse un espermatozoide masculino con un óvulo femenino, generando así un embrión. Una vez implantado, de forma natural o artificial, en el útero femenino, el embrión está indefectiblemente destinado a ser una persona. De interrumpir alguien ese proceso, de forma deliberada, se estaría impidiendo la existencia de un futuro ser humano.
A pesar de mis razonamientos, puedo entender que otras personas estén a favor del aborto, considerándolo un acto intrascendente, frente a problemas de mayor importancia para ellos y para el mundo. Por esa línea de pensamiento se llega fácilmente a la conclusión de que el origen de la vida humana no sea más que un hecho fortuito carente de valor y, por tanto, prescindible. Pero cuáles son los límites éticos que determinan la improcedencia de una vida humana cuando existe una “duda razonable”.
En cierto modo, cualquiera de los nacidos debe su existencia a la generosidad de quienes no pusieron trabas a su gestación. Para darnos cuenta de la grandeza de ese concepto, reflexionemos sobre personajes benefactores para la humanidad, filósofos, descubridores, inventores, compositores, poetas, científicos, políticos y un largo etcétera. Humanos que, de haber sido abortados no hubieran podido contribuir al progreso de nuestro colectivo. Pero también recapacitemos sobre los posibles avances que se frustraron por no haber permitido existir a millones de inocentes.
Cuando la defensa de la vida animal se ha convertido en un estandarte de progresía, la de un ser humano en ciernes se trivializa hasta el extremo de convertir el seno materno, de algunas mujeres, en el lugar más peligroso para la vida de un bebé.

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