Ante los nuevos retos que presenta una sociedad que cambia a pasos agigantados, y cuando la tecnología está supliendo algunas de las habilidades tradicionalmente consideradas imprescindibles para los alumnos, nos preguntamos si no debería el sistema educativo prestar más tiempo, atención y recursos a moldear la inteligencia emocional de los alumnos, aquélla que se proyecta hacia la habilidad de comprender y motivar a otras personas.
¿Priorizar la inteligencia emocional de los alumnos frente a otras capacidades cognitivas?
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