Quizás antes de recomendar a un amigo para un puesto de trabajo nos debamos plantear si realmente conocemos a la persona y podemos garantizar su trabajo.
Además hay que pensar si esa recomendación puede influir sobre nuestra propio entorno laboral y sobre la relación que tenemos con esa persona. Y aún así y haciéndonos todo el planteamiento con la mejor de las intenciones, se trata de un tema delicado que hay que valorar bien.
Sugerir a alguien para un puesto de trabajo determinado es un gesto generoso, pero conlleva ciertos riesgos.
Cuando esa persona se adapta al ritmo laboral sin problemas, es rigurosa y mantiene buenas relaciones interpersonales, de seguro recibiremos más de un elogio por el nombre propuesto. Pero si ocurre lo contrario y el recomendado resulta ser un soberano desastre, es muy probable que nos endosen parte de la responsabilidad.
Ante una situación semejante lo que más puede pesar es que nuestra palabra quede en entredicho, sobre todo si injustamente asocian el mal comportamiento del otro con nuestro desempeño laboral. Se tiende a pensar que si respaldamos a un mal “elemento” es porque carecemos de carácter o somos poco exigentes a la hora de seleccionar a nuestros amigos, y eso sólo va en desmedro de nuestro perfil profesional.
4 opiniones argumentadas
- Mäitena Servajean
- Directora General de Kleidi Consulting
- Brenda Zaniuk
- Experta en Imagen Institucional