
Un cierto nivel de estrés activa nuestra capacidad de respuesta en situaciones de auténtica exigencia. Por eso, algunos jefes lo transmiten de algún modo a su equipo de trabajo. Pero, cuando la propia organización genera niveles sostenidos de estrés suele tener consecuencias en la operatividad de los empleados.
El estrés puede ocasionar perjucios de salud a la plantilla e incidir negativamente en el funcionamiento de la empresa, por lo que es importante decidir hasta qué punto debe 'salpicar' a los trabajadores.