Todos los que habitan en una casa contribuyen a desordenarla pero no siempre a mantenerla en orden. Es tarea de padres y educadores enseñar a los hijos y niños la importancia de colaborar en las tareas domésticas.
Establecer responsabilidades al respecto les hace sentirse partícipes del núcleo familiar, aceptando que hacer esta clase de tareas es cosa de toda la familia. Es una manera de promover la igualdad y la responsabilidad en los más pequeños.
El cuidado de la casa es algo que afecta a todos los miembros de la familia. Los niños son muy capaces de hacer muchas cosas en casa. Podemos enseñarles a colaborar en tareas cotidianas de casa, especialmente aquellas que les afectan directamente como recoger juguetes, guardar sus zapatos, colocar bien la ropa, ordenar su habitación, ser responsables de sus libros y material de trabajo, etc.
También existen otras tareas domésticas orientadas al servicio de todos los miembros de la familia como poner y recoger la mesa, ir a comprar el pan, etc. Si los hijos se sienten útiles colaborando en casa crerán el hábito. Pero para ello se requiere que las tareas no sean una pesada obligación, sino más bien una actividad agradable.
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Si los hijos perciben que algún adulto no colabora suficientemente en las tareas domésticas de una forma habitual, es más difícil que los hijos asuman con normalidad que también deben colaborar.
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Colaborar en las tareas domésticas puede ayudar a la formación integral de la persona. No hacerlo, hace que el trabajo se reparta de manera desigual y se generen roces constantes en la convivencia.
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Valorar las tareas domésticas no como algo pesado que nadie quiere hacer sino como un servicio a la familia, un servicio al bien común que constituye un valor.
Carme Thió de Pol 
