Buscar la reconciliación o buscar un culpable son interrogantes que nos planteamos, y si deben reconciliarse las personas sin identificar antes un culpable. Si éste ha muerto, muchos piensan que esa culpa la heredan sus descendientes, o los miembros de su pueblo, su etnia, su comunidad hoy.
La historia da cuenta de muchos males, guerras, atrocidades, genocidios… en los que un grupo ha actuado con violencia e injusticia oprimiendo, dañando o aniquilando a otro grupo. Pasados los años y muertos los autores materiales de tales actos, los descendientes pueden seguir señalando como culpables a sus descendientes, o a las instituciones relacionadas con ellos.
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Identificar el mal con una persona o un grupo de personas contribuye a exteriorizar la ira cuando ésta ha sido retenida durante mucho tiempo pero puede ser injusto. Es, además, muy propio de la tradición de la cultura occidental el buscar culpables y dividir dicotómicamente entre culpables e inocentes. Sin embargo, aquí entran en liza más conceptos, junto con el de culpa: responsabilidad, perdón, resentimientos o reconciliación.
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Si se buscan culpables entre los presentes corremos el riesgo de perpetuar e conflicto, pues los presentes, que no actuaron cuando se produjo el mal porque no habían nacido, tenderán a adoptar el papel de víctima y es fácil que se vuelvan las tornas. Estas actitudes, además, fomentan la transmisión de resentimientos.
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Hay que situar cada momento histórico en su contexto e intentar conocer (que no quiere decir compartir) las causas y los motivos que han llevado a cada acción. Comparar esto con el momento actual, estar abierto a escuchar el arrepentimiento y entender los motivos de cada versión de los mismos hechos ayudará a decidir si tiene sentido o no buscar culpables entre los presentes.
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