
A veces la sensación de orgullo nacional o local de pertenecer a un pueblo con una fuerte identidad de grupo hace que olvidemos que nadie eligió el lugar ni las circunstancias de su nacimiento. Nadie tiene más o menos mérito que otro por ser originario de un lugar u otro. Este hecho no debería ser una condena para nadie.
Tal vez sea necesario tomar conciencia de ello para mejorar la convivencia en el mundo y contribuir a los procesos de paz en las zonas en conflicto de la Tierra.
Todo el mundo sabe que nadie puede elegir su lugar de nacimiento, pero a la hora de tratar a los demás olvidamos este detalle y establecemos diferencias notables de trato según la raza, religión o nacionalidad.
3 opiniones argumentadas

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Leticia Soberón
- Psicóloga

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Jorge Ubeda
- Doctor en Filosofía

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Jordi Cussó Porredón
- Presidente de la Fundación Carta de la Paz dirigida a la ONU